En Paria se crece con las historias de la gente que se “tragó el mar”
Carúpano/Opinión || Hace cosa de un año me tocó la experiencia de reseñar, a modo de aporte, si se quiere geográfico, porque debía referir lo que ocurre en Sucre, alguna historia sobre las personas que se pierden en el mar.
Se trataba de un trabajo en colaboración con medos digitales con alcance nacional, que realizaba una investigación sobre naufragios y otras causas para desaparecer en el mar.
Al comenzar a buscar datos y conectarme con los testimonios de familiares, me encontré con el dolor que sienten quienes ven partir a sus seres queridos a la tarea cotidiana del mar, de buscar el sustento para la familia y no volver a verlos nunca más.
También ver cómo muchos son víctimas de la delincuencia, al hacerse a la mar para cruzar a otro país por una frontera inhóspita y que representa muchos peligros para quienes, movidos por la necesidad, se ponen en manos de nuevos “coyotes”.
Es difícil vivir aquí, en el Sucre de Andrés Eloy Blanco, y no llevar las historia del mar en el alma. Es difícil vivir aquí y no ser parte de esos dolores. Sucre es un compendio de historias, casi “mágico religiosas” ligadas no a la tierra, sino al agua.
La periodista Valentina Quintero suele decir de Paria y de su mar, que es una zona donde verdaderamente se vive el Caribe. Pero también se debería decir que en ese mar se conjugan la vida y la muerte a diario.
Quienes habitan en la región, aprenden a vivir con el azul profundo y brillante del Caribe que retrató Cruz Salmerón Acosta en sus poemas, pero también con el respeto a lo que representa ese mar insondable.
Aquí se crece escuchando las historias de la gente que se tragó el mar. No son pocos y cada año se suman vidas y nombres de personas reales que desaparecen y no vuelven para dar otro abrazo a sus seres queridos.
No hay una estadística oficial de los últimos años, pero solo en 2023, se contabilizaron once seres humanos que “se perdieron” en el mar y no se volvió a saber de ellos. Todos de Paria. Y aunque uno se registró como un naufragio, las circunstancias son, por decirlo de alguna manera, extrañas.
Es las historia del peñero “Los Delfines”, que salió de San Juan de Los Galdona, en Arismendi con ocho tripulantes y fue dado por perdido desde el 29 de marzo de 2023.
El bote fue reportado como siniestrado por familiares de uno de los ocupantes del peñero, que habría recibido una llamada desde un teléfono satelital, que se trianguló cerca del archipiélago Los Testigos.
Pese a los insistentes pedidos de la familia, en este caso no se activó búsqueda aérea y no volvió a hablar del caso por parte de las autoridades, lo cual refuerza la hipótesis de otras implicaciones, ligadas al narcotráfico. Ocho vidas se perdieron. Ocho viudas y un contingente de huérfanos del mar.
Otro caso fue el de la embarcación “Doña Wilka”, que salió de Río Caribe en mayo de 2023 y desapareció con tres tripulantes a bordo: José Carmona, Luis Mujica y Saúl Carmona. El bote salió a hacer faenas de pesca y no se supo más de ellos.
Pero más allá de las implicaciones legales, los desaparecidos son seres humanos con dolientes, como Natacha de Carmona, esposa de José Manuel Carmona, el patrón del “Doña Wilka”.
La mujer perdió no solo a su pareja sino a su sobrino y a un cuñado. Natacha dijo que se trataba de muchachos buenos. Son historias con rostros y no solo estadísticas. Saúl Carmona tenía una niña de dos años. También Luis Ángel Mujica dejó niños pequeños. Mientras que José Carmona, tenía dos hijos con otro matrimonio y un niño con Natacha.
Pero no solo se trata de los pescadores que desaparecen. También hay una historia negra tras algunos naufragios. Cada 16 de mayo, se recuerda en Güiria, en el municipio Valdez, la desaparición del bote “Ana María”, donde viajaban 33 hombres, mujeres y niños que trataban de llegar a Trinidad y Tobago como migrantes y desaparecieron tragados por el mar.
Han pasado cuatro años y no existen evidencias de un naufragio. Solo apareció el capitán, rescatado en aguas profundas cerca de la plataforma Hibiscus, del gobierno de Trinidad y Tobago y la trasnacional Shell. El hombre, con antecedentes por trata de personas, es prófugo de la justicia.
El caso sigue sin respuesta de las autoridades. Se cree que el grupo fue víctima de una red de trata de personas, cuyas organizaciones actúan con cada vez mayor impunidad en Paria, al amparo de la vastedad del mar y la indiferencia oficial.
Todos dejaron atrás una historia de vida, que aún resuena como las olas que rompen en la amplia costa que forma Sucre y que es parte de su riqueza, pero también de su tristeza.
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