19 de abril de 2024

Realmente no sé si está es una historia real, una fábula de nuestros pueblos o un invento de la imaginación de mi amigo Rafael Ordaz, un personaje que deambulaba por las calles y a quien algunos llamaban Guate ‘e Pollo. Él me contó que Carmen Julia era una joven muy linda, con una larga cabellera negra, como el azabache. Ella tenía un carácter muy fuerte. Era dominante, desde niña. Y a pesar de que no era la mayor de las cinco hermanas de la familia, siempre se imponía ante las demás.

Carmen Julia fue creando una fama de mujer fuerte e indomable. En su relación con los hombres, no se dejaba joder por ninguno y a quienes pretendieran doblegarla simplemente lo mandaba pal carajo. Así llegó a sus treinta añitos de edad, sin haber establecido una relación de noviazgo formal, ni informal.

Un día apareció por el pueblo un hombre, cabalgando en un hermoso alzan, y pregunto por una tal Carmen Julia que se la daba de arrecha e indomable por hombre alguno en el mundo. Los habitantes del pueblo se sorprendieron por la actitud de este extraño y su insistencia en conocer a la mujer que se había convertido en la líder más influyente del pueblo.

Así pasaron los días, desde la llegada del forastero y por cuestiones del destino o el azar no se había encontrado con Carmen Julia.
Una tarde tranquila y hermosa, cómo muchas que se apreciaban en el pueblo, donde el cielo estaba pintado por el sol de los venados, aparecieron, como de la nada, Carmen Julia y el forastero, ella cabalgando el alazán, mientras él la abrazaba con fuerza, como indicando que ya la había domado.

Las murmuraciones no tardaron en llegar. -Mira pues. Que no iba a haber un hombre que la domara- comentó una de las más chismosas del pueblo. -Toda bestia tiene un amo que la domine y por más que se tongoné, siempre cae en los brazos de un amante que la seduce-, respondió otra de las chismosas. Los comentarios siguieron rodando por todo el pueblo, mientras que Carmen Julia y su galán se paseaba por todos lados en su alzan.

Ya pasado el tiempo y cuando todos creían que la mujer había sido domada, vieron salir despavorido a Alirio Manríquez, cómo se llama aquel forastero, quien osaba vanagloriase que había domado a la mujer indomable. Los rumores nuevamente no dilataron mucho y entre tantos que decían, uno cobró mayor fuerza «ese tipo era medio brujo y al parecer había logrado, con sus mañas y brujería atrapar el alma indomable de Carmen Julia y meterla en un pájaro extraño que tenía en una jaula, guindada en la sala de la casa de la familia de Carmen Julia». En verdad desde que este hombre cautivo a la mujer con sus galanterías y su hermoso caballo, ella había cambiado mucho. Contó alguien por ahí que el día que formalizaron su relación sentimental, Alirio Manríquez se apareció con la jaula y el raro pájaro. Él decía que era un querrequerre y que era el último que le quedaba de los tantos que había capturado, por lo que le tenía un gran valor sentimental y lo llevaba siempre para donde él iba. La familia de Carmen Julia no le prestó mucha atención a la situación del extraño animalito y se fue habituando a éste, a tal punto que ya lo tenían como de la familia y hasta el padre de Carmen Julia se encargaba de atender. Según las lenguas del pueblo, esa mañana el viejo Crispulo, padre de Carmen Julia, se levanto muy temprano, como siempre e inicio su tarea matutina de alimentar a los animales que tenían en el corral de la casa y al pájaro de Alirio Manríquez. En un descuido del viejo, dejando la puerta de la jaula abierta, en cuestión de segundo el extraño pájaro intento salir de la jaula, cuando unas de las garras de Malina, la astuta gata de la casa, que llevaba tiempo casando al pájaro, lo echo al suelo y sin perder un instante  salto sobre él y antes que Crispulo pudiera evitarlo, de un solo bocado desapareció al indefenso animalito, que a pesar de su fuerte aleteo y la insistencia del viejo Crispulo gritándole a la gata, pudo evitar que lo masticara y se lo tragara. No tardó mucho tiempo cuando desde la habitación de Alirio y Carmen Julia se oyeran los gritos de insultos y amenazas, dejándose colar una frase de los labios de la mujer que hasta ese momento todos creía que había sido domada, -te vas de mi casa y no vuelva a aparecer más por aquí, ni por ninguna parte de este pueblo-.

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