19 de abril de 2024

Nuestras Voces

Alexander González

Aunque la dilatada decisión no recayó directamente sobre los hombros de nuestra ilustre autoridad municipal, por lo menos la libra de la responsabilidad política con el pueblo y le viene como anillo al dedo ante algunos compromisos económicos adquiridos en las pasadas carnestolendas. Pudiéramos decir que por ahora está libre de culpas pero no de deudas.

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La controversial decisión mil veces eludida, aunque siempre asumida por anteriores alcaldes, sienta un delicado precedente “centralista” que en futuras fechas pudiera afectar la celebración de las fiestas más genuinas de los carupaneros, quienes deben empoderarse definitivamente de su Carnaval para no depender de autorizaciones gubernamentales.

Claro está, entendemos el momento y el objeto de la orden presidencial, pero habrá quienes no la comparten. Sin embargo, la decisión a mi entender es blandengue dejando expuesta la “vuelta al cacho”. Es decir, no pero si…se prohíbe las concentraciones y desnalgue público pero les doy los tres días para el esparcimiento de los chamos, los abuelos descansen las orejas por el excesivo uso del tapabocas y los adultos flexibilicen el codo.

En un país donde de forma consciente o en la inconsciencia de la forma, se “combate” el uso de las mascarillas y la aplicación de las repetitivas normas de bioseguridad, no se le puede dar tregua al rebrote de una enfermedad que se nutre del descuido irresponsable aún predominante después de un año de pandemia con más de mil muertes y 100 mil contagios.

Imaginemos a un pueblo asediado y rumbero por excelencia. “El muchacho que es llorón y su maí que lo pellizca”. Y ni hablar del ingrediente picante que le pone esa clase social con fuerte tendencia opositora que asume el COVID-19 como una “treta política” del gobierno para joderles más la vida. Ni lavan, ni prestan la batea pero hoy  azuzan el bochinche cuando en anteriores oportunidades negaban cualquier posibilidad de celebración, aunque ya sabemos que son los primeros “chicharrones” que aparecen en los desfiles o eventos.

Lo cierto es que, de la nueva normalidad que se esperaba fuera asumida por la humanidad como una profunda reflexión, hoy vemos todo lo contrario. La competencia por las vacunas y su carrera casi belicista ante la OMS nos aleja más de la vida; nuevas cepas; incremento de muertes y los disfraces repetitivos de “Presidente Interino” por una parte el de “Bloqueo” y “Recuperación Económica” por otra, son el Carnaval diario de un pueblo que no aguanta más su pesado disfraz de “Piñata”.

Más allá de la significación de estas fiestas con 56 años de historia y la relevancia que le otorga la condecoración de Bien Cultural Nacional, la pandemia restringe la celebración de este año pero la decadencia de nuestro Carnaval con ribete de” Internacional” es notable. Hoy carece de la fastuosidad y lucidez de otrora, lo cual merece una revisión sincera por parte de los amantes de las carnestolendas y de un fervoroso pueblo que a pesar de las advertencias, aún manifiesta su deseo de bailar con el COVID su “Alegoría de la muerte”.

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