29 de marzo de 2024

Historias que entretienen

José Markanox

Desde que el mundo es mundo el hombre y la mujer han llevado sus vidas en una relación de poder, en donde el amor muchas veces les ha hecho una mala jugada. En la antigüedad la mujer era valorada por su capacidad de dar vida, su presencia significaba fertilidad, era representada en la madre tierra, en la luna, en diversidad de nombres que se pierden en el tiempo. 

Luego el hombre tomó predominio como arquetipo del Dios Sol, divinidad que protege o destruye con su fuerza. Sin embargo, ha sido la atracción que ambos han sentido siempre el uno por el otro, lo que ha marcado infinidad de historias. Estas historias de amor y pasión estarán presentes en cualquier lugar y en cualquier momento.

La Caracas del período hispánico venezolano da muestras de esa relación afectiva entre el hombre y la mujer, cuando se decía que las mujeres pensaban en dos cosas: Dios y los hombres. Se confesaban rutinariamente, regresando a sus casas de inmediato para ponerse sus mejores trajes y esperar a sus amantes, que todas tenían. Este comportamiento, en una sociedad colonial marcada por el dominio exacerbado de la iglesia, no pudo contener la práctica de la infidelidad como norma social. 

Durante el período de la lucha por la independencia, Carúpano dio muestra del fervor por la causa patriótica y también dio de que hablar con sus historias locales. La tradición oral entreteje en sus redes, los tiempos cuando el Libertador estuvo por primera vez en Carúpano, entre el 04 y 08 de septiembre por allá en el año 1814, aquí se reunió con Mariño y escribió el famoso Manifiesto de Carúpano, en donde carga con toda la culpa de los errores del movimiento republicano. 

Se dice que durante su estadía conoció a una hermosa mujer de nombre Pepita, de quien quedó prendado. Ya en su segunda visita, para el año 1816, decide quedarse unos 30 días más y es en esta estadía cuando dicta el Decreto de Abolición de la Esclavitud. Imaginamos el reencuentro con su hermosa Pepita. Dicen los lugareños, que la hermosa dama acostumbraba a asistir a misa a la iglesia Santa Rosa y la gente, al verla cruzar la plaza, susurraban con picardía: – “ahí viene la Pepita de Bolívar”. 

Dice la literatura oral, que de allí en adelante en el pueblo de Carúpano se relacionó “la pepita” con el aparato genital de la mujer.

Pero: ¿Quién en nuestro pueblo no conoce la plaza “La Pepita”? Claro está que esta obra patrimonial no es en honor a la “Pepita de Bolívar”, es más bien una construcción que se realizó de forma triangular por las características del terreno. 

Al carupanero, por muchos años le ha costado pronunciar este nombre porque lo considera una ofensa a las buenas costumbres. Muchos han intentado suavizarlo llamándola plaza “El triángulo” e inclusive colocaron el busto de José Félix Ribas. Aunque hoy no está el busto de este héroe nacional, por causa de todos conocida, debieron construirle una plaza para honrar su memoria en el día de la juventud.

La plaza “La Pepita” fue construida a finales de los años sesenta por una cuadrilla conformada por los carupaneros de nombre Santiago Castelín, Julián El Negro y aquel personaje que llamaban Tamakún.

La lección que debemos aprender, es que no intentemos cambiar los hechos que ocurren para suavizar la historia. El pueblo de Carúpano sin ningún empacho debe llamar a esta plaza patrimonial:  “La Pepita”.

Esta es la plaza aquella

Que me recuerda

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